El Galpón: Tres décadas de diseño con alma artesanal

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Desde las calles empedradas del Viejo San Juan, El Galpón ha cultivado una identidad clara: la de una marca que apuesta por lo auténtico, por lo hecho con intención, por lo que no pasa de moda. A punto de celebrar su trigésimo aniversario, la firma puertorriqueña reafirma su evolución con nuevos accesorios que amplían su lenguaje estético sin perder el espíritu artesanal que la vio nacer.

La historia comenzó con los clásicos sombreros Panamá, elaborados con esmero y atención al detalle. Hoy, esa misma filosofía se traduce en relojes y gafas de sol de madera, piezas que no solo visten, sino que cuentan historias. Diseñados por sus fundadores, Gustavo Lerner y Betsy García, estos nuevos productos reflejan una transición orgánica hacia una propuesta más amplia, sin renunciar a los valores que han definido a El Galpón desde el principio: sostenibilidad, calidad y carácter.

Cada accesorio nace de un proceso artesanal riguroso, que involucra la elección consciente de materiales nobles —como maderas provenientes de fuentes responsables— y la colaboración con artesanos especializados. El resultado son objetos que trascienden su funcionalidad: relojes con textura única, gafas que celebran la forma natural del material, y sombreros que conservan la herencia y el arte del tejido tradicional.

Para Lerner y García, la evolución de El Galpón responde a una necesidad de su comunidad de clientes: la búsqueda de productos que reflejen una identidad auténtica, lejos de las modas pasajeras. “Queremos que quienes lleven nuestras piezas se sientan parte de algo más grande: de una forma de vida consciente, de una estética que respeta el origen de cada detalle”, explican.

En ese sentido, El Galpón no solo expande su catálogo; expande una visión. La de un diseño que no busca gritar, sino susurrar una historia al oído de quien esté dispuesto a escuchar. Desde su taller en el Viejo San Juan hasta su presencia digital, la marca se mantiene firme en su propósito: ofrecer objetos que se conviertan en declaraciones silenciosas de individualidad.

Rumbo a sus 30 años, El Galpón no se reinventa: se profundiza.

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